sábado, 30 de enero de 2016

AL NECIO




 



Los que practicamos el noble arte de juntar letras, parece ser  que llevamos como penitencia la obligación de tener que  explicar por qué escribimos. 


Pues bien en mi caso lo hago porque me gusta y entender que esa sencilla y por más humilde  cualidad,  es la mejor  forma que conozco de liberar y expresar sentimientos. Si además de compartirlos, encuentro, aunque solo sea un lector que le gusta lo que digo y participa de mi gozo, ...!misión cumplida!


En aquellos foros en los que también participo, lo hago, entre otros,  bajo el título que di en llamar "Reflexiones de un jubilado", título que un día navegando por estas redes sociales inventadas con buenos propósitos pero desgraciadamente  empleadas en muchos casos para desahogo de indocumentados, pude observar que también los había que manejaban el mismo título. Aquello me desazonó, pues pensaba que solamente a mí se me había ocurrido la feliz idea  y a punto estuve de cambiar el enunciado. Sin embargo lo mantuve razonando que   al escribir y participar por mi parte unicamente    en círculos cerrados solo para socios donde  no transciende lo que digo, el título quedaba como propio y no repetido. Razonamiento que de alguna forma serenó mi ánimo ayudándome a continuar dejándolo como estaba y que no voy a cambiar ahora que me ha dado por abrir este nuevo blog que supongo no tendrá más visitas que algún que otro buen intencionado amigo y/o curioso lector.  Y lo hago por entender que mi edad  y mi condición de jubilado, me conceden el derecho, creo que bien ganado, de reflexionar  como lo que soy.


 Y como el movimiento se demuestra andando y para ello se precisa dar el primer paso que abra camino, aquí dejo la respuesta que di a un necio que puede servir de respuesta a todos los necios, que de seguro siempre habrá alguno que nos ronde. Ela aquí: 


"A veces la duda se convierte en factor de difícil resolución. Soy persona apasionada que de joven los conflictos los resolvía sin dudar, guiado siempre por el sentimiento. Hoy la edad, al contrario de lo que se pudiera suponer, no me ha ayudado en nada a atemperar el ánimo. Sigo con la misma pasión de mi juventud, sin embargo si me ha servido para aprender a reflexionar.


Desde hace un par de días me muevo entre la duda de si dar cumplida respuesta al comportamiento de un individuo de mente poco desarrollada, que devorado por la envidia, lanza la piedra y esconde la mano, -comportamiento este despreciable donde los halla que haría enrojecer a cualquiera con algo de dignidad y que sin embargo a él, en un alarde de infinita necedad, le sirve de torpe  regocijo-, o por el contrario, asentado en la prudente reflexión, doy como respuesta el desprecio de la indiferencia.


El cuerpo me pide lo primero. Sin embargo el sensato razonamiento me aconseja no caer en la tentación de seguir el juego de este individuo que lleva como devoción la provocación de forma genérica, y la mía a título particular.  Y en ello me hallo, sin saber a ciencia cierta si es más prudente el arrebato o la paciencia.


Y tras reflexionar sobre mi anterior escrito en referencia a la lógica de la razón, asiento el ánimo y me consuelo razonando que tengo por cierto que hay quien presume de ignorante, y como presumir de aquesto, es cosa necia y barata, que presuma sin descanso si en ello encuentra satisfacción que calme su bobalicona ignorancia.


Que se lleve ese estúpido honor, y que por estúpido presuma donde presumen los necios de semejante tontería.


Que presuma allá donde quiera que el necio y el estúpido en ignorancia compitan, pues es cosa sabida que el estúpido y el ignorante, con el necio rivalizan.



Que presuma cuanto quiera de su ignorancia que ya es sabida, pues no es poca cosa que tal cosa reconozca y en su ignorancia persista.


Que para aquesta experiencia que lleva tan bien traída, no se precisan alforjas de conocimientos, bástale una humilde bolsa repleta de necias,  tontas, y burdas inventivas.


En su ignorancia se consuele, pues de condición, dos cosas son ciertas: la primera escasa talla que a entender no alcanza por muchas cuñas póngase en las calzas; y la segunda y más cierta, que precisa de imaginativo saber para escribir con causa de ser entendido y a eso su conocimiento no alcanza.


¿Sera por la edad el presumir de ignorancia?...¿Sera por la edad el presumir de aquestas
hazañas?..¿.Sera por la edad presumir de estupidez soberana?


Se puede presumir de muchas cosas y todas ellas se darán por bien empleadas, pero presumir de semejantes sucesos, solo está al alcance de mentes opacas, poco desarrolladas.


Necio proceder de quien en forma tan estúpida se apoya para distinguirse de los demás, dando lecciones que no alcanza a entender ni por acción u omisión de texto, lectura o comprensión.


Y en su necio entendimiento, aplaude con las orejas lo que escriben los amigos y critica con fiereza lo que dicen los demás aunque escriban lo mismo. Es más, critica en lo absurdo cuando alguien dice, lo que dijo el mismo.


Por criticar que no quede, que es el sustento que le mantiene activo. !Pero caramba, que critique con acierto, no de forma burda, maliciosa ni gesto chabacano, tirando la piedra y escondiendo la mano"








martes, 26 de enero de 2016

LA RAMONA



LA RAMONA

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(Cuento propio de escaso merito y de mas escasa inspiración)


Permítanme sus señorías la licencia, mas entiendo que aquestas tan señaladas fechas, bien se merecen un respiro en política maltratada, y de paso el beneficio de una sonrisa que alegraren corazones y despertaren espíritus adormecidos en aburridas sesiones de cansinos responsos y maladas discusiones.


Y que para conseguir el intento, traigo a colación un pequeño cuento que saqué de la manga en un momento de menguada inspiración.


Acepten pues el regalo, si a bien lo tienen, de leer lo que sigue, y manifiesten en buena hora y mejor disposición lo que les parezca  y den a luego más tarde  su opinión.

LA RAMONA

Quien dijese, por bien dicho lo tuviera, que la Ramona era una lozana moza de ardorosa juventud que gustaba de retozar con los mozos en la era.

Magro beneficio sacaba de aquéllos furtivos encuentros, pues los escarceos amorosos no pasaban mas allá de lo que la decencia permitía.

El temor por el “qué dirán” cerraba piernas que antojabanse deseosas de allanar caminos hacia ignorados placeres por recato refrenados, por recato condenados a sufrir penitencia de abstinencia, penitencia de abstención en hipócrita sumisión.

Juventud de amor presa, cruelmente castigada a causa de no faltar a virtudes impuestas por puritanas sentencias.

Diversos que fueron galanes y enamorados mancebos que gustaron de las mieles de sus caricias, ardores que refrenar debieron ante las armas defensivas esgrimas en mor de exigida decencia.

Cuando la situación lujuriosa desataba en peligrosa pasión y la batalla amorosa amenazaba con derribar tan sutiles barreras de contención, la Ramona imploraba compasión: _! Apiádate ardoroso joven de mi virtud!... !No mancilles lo que por mor de mi constancia mantengo como bien más preciado que una doncella ofrecer pueda!

Y en esas, ante razones así expuestas, el mozo de ocasión, meditaba si dejarse arrastrar por la oportunidad que dícese la pintan calva, o acceder al imploro de lágrimas derramadas renunciando al placer que aquel cuerpo soberano prometía, y tan cerca, tan al alcance de las manos se ofrecía.

Más de un enamorado galán hubo, que no accediendo a razón de imploro ni continencia rechazada, con firme propósito apartaron enaguas que protegían virtud amen de ignorados tesoros de aquella doncella brava.

Más en estas, cuando razón ni imploro bastaba para frenar la fiera desatada, - porque así lo exigía la ocasión, y el guion imponía-, la Ramona caía en desmayo. (Costumbre muy de la época impuesta por la ética honesta de no aparecer las doncellas como consentidas y cómplices en batalla de pasión organizada)

Con cuerpo inerte pero mente despejada y anhelante ansiedad, la Ramona esperaba con ojos cerrados acontecimientos por descubrir y hasta el momento vedados. Mas los mozos que en esa se encontraban, viendo aquel esplendoroso y estremecido cuerpo lleno de lozana vitalidad a merced de sus caprichos, caían en estado de culpabilidad y renunciando a placer tan ofertado, buscabanse de la forma de reanimarla.

La Ramona maldecía a hombres tan necios que teniendo el goce a su alcance, de él se privaban y privabanla a ella de saborear el fruto que la decencia le impedía gozar en consentimiento, pero no se lo negaba cuando forzado el intento aparentaba.

Recuperada del fingido desmayo, amargas lágrimas de reproche sus ojos inundaban y que los mozos, benditos sean, achacaban a que ella quisiera pensar que agredida su casta virtud en contra de su voluntad,
 violada fuera.
 
En viendo tan lastimero llanto y desconsuelo semejante, los no hace tanto ardorosos galanes, apresurabanse a confesar su inocencia, que nada grave había acontecido, que su virtud seguía intacta e intacta su pureza.

¡Mal haya sea tu estampa! Razonaba la Ramona por la ocasión perdida, por la ocasión malograda….¿Es que no habrá en aqueste  pueblo mozo de arrebato con suficientes agallas?

Mas un día que por intranscendente se tuviera, pues nada a destacar digno de mención se mereciera, acertó a llegar el abad del cercano monasterio, que hospedose en el hostal y allí la noche, holgara a bien pasar.

Acompañaba al abad, un joven novicio que aun hábitos no había tomado, pero que en puertas de hallarlo, se hallaba.

Jamás los ojos de la Ramona vieron mozo tan galano y de tan galana compostura. De inmediato prendada de su gallardía y prestancia, la Ramona sucumbía.

La sangre quemó sus venas, la pasión la mente nubló. Tan apetecible ejemplar, producto de la lascivia de Apolo en noche de interminable amor allende el Olimpo donde los dioses tuvieran a bien y por costumbre desfogarse, no podía dejarlo escapar. Si así lo hiciera, no se lo perdonaría por muchos años que a partir de aquel día viviera.

Con armas de mujer, hasta la era llevó. Rendida a sus pies exigiéndole amor imploró. Con manos expertas y encendidos besos entre calzas buscó en intento de  despertar pasión.

Enaguas y prendas propias de condición femenina, la Ramona con furor deshebilló buscando recompensa en amores, desenfreno desatado, buscando comprensión.

Ante tan inesperado ardor y situación tan compleja, el joven novicio defendiase solicitando clemencia, tregua para comprender lo que acontecía, y acomodar la mente sorprendida a la nueva dimensión.

Respeto hacia su condición de novicio clamaba. Mas aquellos argumentos, escaso peso de razón representaban para parar la furia de pasión desatada.

La Ramona dispuesta estaba a ganar aquesta batalla de sensaciones, de sentimientos, de ocasiones tantas veces malogradas.

Allí dejaría si preciso fuere, su honor, su honra, su virtud y todo aquello que menester exigiera, pero jamás en su empeño cejaría, así sobre sus cabezas el Cielo sucumbiera.

Dios entendería, convencida estaba, que por aquella vez su furor fuera satisfecho en medida tan lograda.

Y si el Cielo no lo entendía, ya pondría dos velitas a la Virgen más afamada, que por aquello de no ser muy practicante, ignoraba, no sabía, cual fuese la más apropiada.

 ¡Más que importaba aquello ahora, ante ocasión tan propiciada! ¡Ya indagaría ella mas a luego que Virgen era la que más de aquestas ocasionas perdonaba!

Viendo la batalla perdida, que cedía su entereza, que su voluntad flaqueaba, el novicio cayó en desmayo a semejanza de lo que tantas veces la Ramona practicara.

La Ramona atónita la situación contempló. Aquel cuerpo tendido a sus pies, expuesto a su capricho, a sus deseos, la llevó a una reflexión.

 Las tornas habíanse cambiado, ella ahora era la dueña de su decisión, ahora era ella quien decidir debiera resolviendo el papelón.

Aquel argumento tantas veces utilizado, ahora en contra suya jugaba, como si el destino caprichoso justa venganza se tomara.

Por seguro tenía, que el novicio empleando estaría la misma argucia tantas veces por ella esgrimida.

Esto creabale una nueva disyuntiva. Si desearle, por imperio de pasión la seducía, mas tomarle de aquesta forma, de aquesta manera, cargo de conciencia le producía,…!la conciencia, maldita sea malaje, se lo impedía!

Aquella responsabilidad no deseada, enfrió su ardor. Por un átimo por su mente, presa aun de pasión, una malsana idea de retorcida curiosidad cruzó.

En bajarle las calzas pensó, descubrir el calibre que a punto estuvo de disfrutar y que la conciencia, y la iglesia como principal culpable !en mala hora!, la ocasión cercenó.

A la vista de trofeo no logrado, podría decidir si había valido la pena o no la renuncia, la condena a seguir en tan precaria, injusta y no deseada situación.

Y aquí se produce dicho tan cierto de que a quien hierro mata a hierro muere, y que la pasión se lleva muy mal con la razón.



¡Bendito sean su señorías, que aguantaron semejante chaparrón, semejantes tonterías, producto de aquesta mente de escaso merito, de escaso conocimiento y aun más escasa preparación. Y lo hicieron a mayor merito propio, sin perder compostura ni acordarse de la madre que parió al autor!


¡Benditos sean sus señorías por su santa paciencia y devoción.

¡Mas no se acostumbres vuecencias, pues esto solo es producto de un calentón! No siempre viene la musa que propicia y alimenta la inspiración. Que aquesta viene cuando quiere, cuando le sale del mondongo sin pedir venia ni autorización. Y como viene se va sin despedirse ni decir siquiera adiós.

Autor: Valentín García

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OTOÑO





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Posiblemente porque sea un romántico, la época del año que más me gusta pasear por el Parque del Retiro, es en otoño.

El Parque cambia. Cambia el Cielo, cambia el aire, cambia el ambiente que se llena de  coloridos que penetran en lo más profundo del corazón. Se mezclan  colores en un encendido calidoscopio que llena el alma. Y ante tanta belleza, no resulta difícil manejar sentimientos.



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Es el anuncio del cambio. Muere el bullicio de la Naturaleza, la explosión de la lozana belleza para dar paso a la serena placidez de paso lento que apacigua el ánimo y adormece el ímpetu. Se aparca el fogoso trasiego y el ruidoso tránsito. Las voces se modulan en un nuevo tono que se pierde entre las hojas caducas. El silencio adquiere cuerpo y llora la muerte del verde que se marchita.



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El espacio se vuelve lento, perezoso, majestuoso con sus tonos ocres suaves, amarillos encendidos, rojos agresivos, marrones de fuerte personalidad y grises de tierna tristeza en un último esfuerzo de mostrar el postrero estallido de vida que aún conserva antes de rendirse al cambio que exige la Madre Naturaleza.


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El aire que baja de la cercana Sierra, se vuelve puro, frio, arrastra la hojarasca muerta y acaricia con suave brisa las hojas que aún se mantienen unidas en heroico esfuerzo a las ramas de los árboles para terminar cayendo con un suspiro, lentamente, remolonas, planeando, alargando el vuelo hasta el infinitito antes del último contacto con la tierra que las vio nacer.

Y en su recogido y placido silencio, paseo entre los robles, olmos, cipreses, magnolios, castaños de indias, pinos, secuoyas, la solitaria araucaria, y castañas caídas en el suelo que se mezclan con la hojarasca en pequeños remolinos creados por la corriente que nace del lago donde duermen apaciblemente las barquitas donde aprendí a ser marinero de agua dulce.



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Paseo entre las muchas estatuas de héroes que escalonan caminos de tierra, ahora vacíos, que me  miran desafiantes, altivos, con ojos que tienen vida propia en los que se reflejan la Historia de España.


Me sumerjo en la quietud que transporta la placida serenidad del momento que me llena el espíritu y el alma. Observo las aves limpiar el plumaje preparándose para el cambio que se avecina.

A lo lejos, dos niños corretean felices persiguiendo una paloma en un intento de atraparla con sus tiernas manitas y que  la paloma, avezada ya en estas lides, parece disfrutar del juego dando pequeños vuelos, no tan grandes como para que los niños desistan, ni tan cortos como para dejarse atrapar. Cuando los niños hacen amago de  abandonar ante la infructuosidad de su intento, el ave retorna provocadora cerca de ellos, pavoneándose sacando pecho, soltando arrullos en su incesante movimiento pendular de cuello.



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Tomo asiento en un banco solitario cubierto de hojarasca. La visión de los niños en su juego feliz tratando de atrapar la paloma, unido a la placidez perezosa que me envuelve, me obliga a entornar los ojos permitiendo que dulces recuerdos de pasada juventud entren en comunión con el momento que me embriaga.


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Siento en el rostro la caricia de  la suave brisa de la cercana Sierra y el susurro que provoca al pasar entre las hojas de los árboles. Mi mente se relaja con el canto monótono de la paloma torcaz y los sonidos que provocan aves exóticas: papagayos, cotorras...y sobre ellos, periquitos traídos de tierras sudamericanas por inmigrantes que se fueron   que al marcharse dejaron en libertad  y que por su carácter agresivo terminaron por desplazar a las  autóctonas haciéndose con su espacio natural, salvo el de mi querido, castizo y superviviente gorrión, al que veo partirse el pecho entre las palomas tratando de alcanzar la miguita de pan que le corresponde por derecho propio. No está dispuesto a ceder su espacio  por muy exótica y colorida que pueda ser el ave venida de fuera. Defiende su territorio  ganado a pulso entre el ruido y la contaminación de mi doliente Madrid y no cederá por imposición. Solo la mano dolosa del hombre será capaz de arrebatarle el merecido lugar que ocupa  por tradición, coraje y constancia.


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Finalmente me pierdo entre caminos de tierra, enredado con  ramas que muestran orgullosas el atardecer colorido de sus hojas mientras el silencio adquiere sonidos y el Cielo se cubre del resplandor rojizo de un Sol esplendoroso que se oculta lentamente tras la imponente figura de un roble milenario que parece incendiarse con sus últimos rayos.

sábado, 23 de enero de 2016

EL DESPERTAR DE UN SENTIMIENTO



 La otra noche trasteando entre mis recuerdos musicales, encontré la grabación de un toque de silencio que guardaba con  cariño.

 Nada más verlo y reconocer lo que era, supe lo que iba a suceder. Mi mente decía "NO" pero el impulso nacido desde la nostalgia, desobedecía la imperiosa negativa impuesta por el corazón...! VAS A SUFRIR!, me repetía la razón conociendo de mis sentimientos.

 Mis dedos jugaban al escondite mientras se maliciaban el momento. En el fondo, solo se trataba de ver cuándo. Una incertidumbre revoltosa que prolongaba la angustia parecía divertirse poniendo a prueba la fuerza de la voluntad.

 Cerré los ojos y me abandoné por un momento. Aquel instante de debilidad, de flaqueza fue aprovechado por ese halo malicioso que hizo añicos la débil resistencia que ofrecía el núcleo de mi ser.

 Mientras maldecía mi ingenua oposición, un toque profundo, metálico, hiriente, se clavó en lo más hondo de mi corazón. Aquel lamento de notas profundizó en mi alma soliviantando sentimientos. Cada nota era una lagrima, y cada recuerdo un desgarro sentimental.



 La noche se detuvo, como se detuvo tantas otras noches en el Aaiún y en mi querido Cuartel de Alcalá de Henares. La magia musical impuso su voluntad doblegando sentimientos, y la impotencia por sucumbir ante la debilidad, tomó su razón de ser.

El lamento musical destapó el arca donde guardo recuerdos adormecidos entre sentimientos. Y aunque no están todos los que son, si es cierto que no sobra ninguno de los que hay.

 Mis ojos se cerraron y mi corazón se abrió como se abría en aquellas lánguidas noches en el desierto y más tarde, ya en Alcalá, en el patio desnudo, empedrado,  cuando el sonido lastimero traspasaba sin ninguna dificultad muros y ventanas adueñándose del tiempo y del espacio trayendo a mi mente imágenes de mi casa, de mi padre, de mi novia.....
Noches eternas de jóvenes suspiros y melancólicas añoranzas impuestas, que las notas alargadas en su tristeza, convertían en impacientes deseos que traían el reflejo del hermoso rostro de una joven mujer, ahora marchitado con la huella del tiempo marcado sobre la piel.


REFLEXIONES



 Escribir no resulta complicado cuando se tiene claro lo que se quiere decir. A partir de ahí sólo hay que dar forma al propósito. 

 El problema viene cuando se quieren plasmar sentimientos en letra impresa. Es ahí donde el cerebro entra en contradicción con el diccionario.

Que nadie es profeta en su tierra es un adagio que todos conocemos. La razón oculta del trastorno que produce la chispa de la inspiración, no siempre es bien comprendida. 
 
 Bajo el efecto de esta llama, el hombre viejo se consume por dentro, los errores se transforman en vanidades y el conocimiento de las reglas se esfuma cual efímera llama persiguiendo el oropel de la letra impresa.


La belleza al aliento de entusiasmo, al acento fervoroso que inflama al autor, se mezcla desordenadamente en su intento de ser fieles el reflejo impreso de los sentimientos.




Los viejos conocimientos de nada valen. La experiencia se diluye buscando atajos que los años han borrado al mismo tiempo que las flores que jalonaban el camino de la inspiración se marchitaron.

La lógica del razonamiento que permite expresar conocimientos adquiridos, insta a emplear la sencillez de los argumentos, y eso que en principio parece tarea fácil, termina por no serlo y se torna farragoso.

 El diccionario que todo escritor lleva como formulario  en el cerebro, cuando más precisa de su complemento, es cuando se niega a facilitar su traducción a la letra impresa. Entonces cunde el desánimo ante el gasto improductivo y la escasez de ideas.

 El oropel se trastoca en pésimas oraciones sin ningún sentido que sólo se sirve para rellenar el espacio en el papel que desafía el conocimiento. Se cae en la vulgaridad de la palabra, se entra en conflicto con las figuras de dicción, con la sintaxis y se termina por confundir el sujeto con el predicado. Y lo que parecía de oratoria sencilla, se convierte en un tinglado de farsa que acaba designando la parte por el todo, el género por la especie, la especie por el individuo. Y es justo ahí cuando de nuevo la ignorante pedantería recupera su rostro que abandonó por un momento de inflada inspiración. La fragilidad del entendimiento se convierte en un monstruoso ser que devora con facilidad el escaso conocimiento  que  termina compartiendo espacio  con el  ego.

 Escribir no es difícil cuando se sabe lo que se quiere decir, el problema viene dado cuando se quiere traducir el sentimiento y para ello se buscan cauces de difícil tránsito, de complicados andares que entorpecen el caminar y desorientan al pretencioso escritor que termina por no saber dónde se encuentra.